La Asunción ha recobrado su unidad
Hoy, 26 de mayo de 2002, la Iglesia ha querido beatificar a tres hermanos nuestros, - Pedro, Pablo y Josafat - asuncionistas búlgaros. Su consagración a Dios les dio por misión trabajar por la unidad de la Iglesia de Jesucristo. Sus verdugos los condenaron por espías y enemigos del pueblo. Prefirieron morir por Cristo antes que renegar de él.
Para nosotros, los que sobrevivimos hasta hoy, era un deber conservar su memoria y restablecer la justicia. Se mintió abiertamente sobre el sentido y la causa de su muerte. Y en cuanto a los otros hermanos asuncionistas, muchos encarcelados por años y otros, viviendo en el temor y permanentemente vigilados, todos se encontraron a la deriva y con las comunicaciones cortadas con la Iglesia y con su familia religiosa. Como todo el mundo cristiano, los asuncionistas seguían por todo el mundo, aterrados, las noticias falsas que sobre ellos se daban. Y así como toda la familia asuncionista, que se vio desgarrada por los acontecimientos que culminaron con la muerte de tres hermanos nuestros en aquella noche triste de noviembre de 1952, hoy nuevamente ha reencontrado su unidad, así también los que les sobrevivieron en Bulgaria, encuentran hoy su paz interior por tantos años turbada, ante la sospecha de que habrían sido traicionados por quienes hoy, junto a toda la Iglesia, reconocemos como mártires de Jesucristo.
La Asunción entera se viste hoy de fiesta y agradece a Dios. La Iglesia reconoce una vez más su carisma de servicio a la unidad de la Iglesia. Asuncionistas, - Pedro, Pablo y Josafat-, eran hombres muy diferentes entre sí; pero hombres de fe y de su tiempo: formados sólidamente en lo social, lo ecuménico y doctrinal. Fueron formadores y profesores. Apasionados por Jesucristo y al servicio de la Iglesia local, a la que sirvieron tanto en su rito latino como en su rito bizantino -eslavo. Fueron acusados de traición a la patria; pero fueron muy búlgaros y solidarios con su pueblo. Y de una mentalidad abierta, gracias a su amplia cultura adquirida en varios países de Europa. En el Colegio San Agustín que dirigían, había alumnos de todas las religiones y allí aprendían a convivir todos juntos.
Esta beatificación nos recuerda la necesidad absoluta para nuestra Iglesia de respirar con sus dos pulmones: Oriente y Occidente. Para nosotros, además, es una invitación a renovar nuestro compromiso de servicio a la Iglesia, como siempre quiso nuestro Fundador, el Siervo de Dios P. Manuel d´ Alzon.
Bulgaria 1952. Para nuestra pequeña familia religiosa era el fin de su existencia en Bulgaria y el comienzo de una herida que se prolongó por muchos años. Ese pequeño resto se transforma hoy en gloria para nuestra familia religiosa que permanece siempre frágil. Una vez más, en la debilidad ha brillado la fuerza de Dios. Y estamos alegres.
Que este acontecimiento no quede sólo en lo emocional. Pedro, Pablo y Josafat no eligieron el martirio. Eligieron ser fieles hasta el fin. ¿Cómo no vivir atentamente nuestra preocupación por ser santos cada día?
Nuestro mundo sigue necesitando testigos fieles. También en Chile. No olvidemos que nuestros hermanos fueron sacrificados en un país que era cristiano desde hacía rato. Los hombres y mujeres sufrientes de aquí y de todas partes, reclaman nuestra fidelidad creativa llevada hasta las últimas consecuencias. En Pedro, Pablo y Josafat tomamos ejemplo de cómo vivir como asuncionistas en la dificultad y hacernos santos en la vida ordinaria de todos los días.
Hermanos, el trabajo ecuménico, el trabajo por la unión de los cristianos, entre las Iglesias y al interior de nuestra Iglesia, entre las comunidades y al interior de ellas mismas, es un servicio y un camino de santidad.
¡Bendito sea Dios!
P. Miguel FUENTEALBA MELO, a.a.
Superior provincial
Roma, 26 de mayo de 2002